El Ministerio Pastoral

LA ELECCIÓN DEL TEXTO PARA UNA PREDICA
S. Gutknecht
_MOM6122La elección del texto para una predicación o una exposición es muy importante. De la elección de un texto adecuado dependerá la fluidez de los pensamientos y a través de ello, si los corazones de las personas son alcanzados o si nuestra boca en seguida se seca y las personas abandonan decepcionadas la sala.
Un hombre mundano que visitó un culto fue llevado a Jesús a través de las palabras del himno de Wesley “Jesús, el que ama mi alma”. Así que si Jesús me ama– pensó– ¿por qué vivo como su enemigo? Este ejemplo nos muestra claramente cuán grande puede ser la influencia de un himno o de un texto bien elegido de las Sagradas Escrituras cuando elegimos el texto o el himno en oración.
Para encontrar el texto correcto para una predicación o un estudio bíblico debemos permanecer ante nuestra Biblia abierta y orar que Dios dirija nuestra mirada hacia el versículo del cual podemos predicar más bendecidamente. Deberíamos elegir el texto siempre cuidadosamente. Creo que ninguno de nosotros tiene una opinión tan baja de una predicación que considere cualquier versículo como adecuado para ella.
1.1. ¿CUÁL ES EL TEXTO CORRECTO? ¿CÓMO SE LE RECONOCE?
Hemos encontrado el texto adecuado cuando:
a) nos impresiona poderosamente y pensamos siempre en él
b) los pensamientos fluyen al principio y se desarrollan cada vez más
c) a nosotros mismos el texto nos entusiasma y nos motiva a buenas acciones
d) nos da consuelo y esperanza
1.2. ¿ES DIFÍCIL ENCONTRAR EL TEXTO ADECUADO?
Debo reconocer abiertamente que al principio de mi ministerio tenía dificultades para encontrar el texto correcto para una predicación. Aún hoy, después de 40 años, tengo que rogar a Dios por la dirección del Espíritu Santo y así encontrar el texto adecuado, de modo que la predicación no pierda el efecto en los corazones de las personas.
La dificultad no consiste en que no haya suficientes textos, sino que como hay tantos la elección nos cuesta más. Nos pasará así como a un admirador de flores, que en un maravilloso jardín con incontables flores diferentes en olor, color y tamaño, de las miles sólo puede elegir una.
Al buscar un texto general será siempre importante, primeramente orar y pedir a Dios que dirija nuestros pensamientos hacia el texto correcto, entonces deberíamos abrir la palabra de Dios y leer, pero en todo esto no debemos olvidar pensar en:
• ¿Qué tarea nos espera?
• ¿A qué público debemos hablar?
• ¿Cuál es el objetivo de nuestra predicación?
Sólo entonces es cuando el Espíritu Santo nos puede indicar el texto que nos comunicará los pensamientos necesarios para alcanzar los corazones de las personas y conducirlas a Jesús, el amigo del alma.
Después de la oración por la ayuda de Dios, tenemos que aplicar con toda seriedad los medios adecuados para reunir nuestros pensamientos en un punto y dirigirlos por la vía correcta. Identificaos con vuestros oyentes. Tomad en consideración la condición espiritual de toda la iglesia y de los miembros individuales y prescribid la receta para la enfermedad dominante o preparad el alimento necesario.
En todo esto el predicador debería cuidarse de presentar temas preferidos y tomar en consideración las peculiaridades de las personas de buena posición e influyentes.
Tenemos el deber de dar el Pan de la Vida a todos los hambrientos y a los que añoran la curación y salvación de los pecados y la muerte.
Cada pastor debería meditar profundamente en cuanto a lo que su iglesia necesita realmente para su edificación y éste debe ser su tema.
2. DEBILIDADES DE LA IGLESIA
Reflexionad sobre las debilidades que todavía existen en vuestras iglesias. ¿Hay mundanismo, egoísmo, negligencia en la oración, soberbia, falta de amor fraternal, chisme, indiferencia en la comunicación del alegre mensaje?
Se debe usar la espada del Espíritu y tocarse estos temas. Pero aunque debamos decir a nuestra iglesia seriamente la verdad, no podemos permitirnos regañarles.
Se dice que el púlpito es la fortaleza del cobarde y el nombre a menudo es adecuado, especialmente cuando un orador soberbio presenta como motivo de burla las faltas y debilidades de sus oyentes en público.
Se puede también realizar un trabajo de destrucción cuando se llega a ser personal de una manera ofensiva, o exaltada e inexcusable. Cada orador debería cuidarse mucho de esta manera de actuar. Pero también se puede actuar de forma comprensiblemente espiritual y celestial para motivar a las personas a realizar buenas acciones y esto es lo que deberíamos ansiar incansablemente.
3. CUIDAROS DE LA MONOTONÍA
En las Sagradas Escrituras se encuentran muchos textos maravillosos en su espiritualidad que nos ofrecen constantemente nuevo material para nuestra predicación. Cuidémonos de no repetir siempre los mismos apuntes pues permanecerán sin vigor y efecto en los corazones de las personas.
Deberíamos cavar cada vez más profundamente y sustraer siempre a la superficie tesoros nuevos, pues únicamente entonces nuestros oyentes seguirán la predicación con interés.
DISCURSOS FORMALES
Algunos predicadores, en la preparación de sus discursos, arreglan todo detalle con tal exactitud que no dan al Señor ocasión de dirigir sus mentes. Cada punto está fijado, estereotipado, por así decirlo, y parecen incapaces de apartarse del plan señalado.
Este es un grave error que, puesto en práctica, creará en los predicadores estrechez de miras, y los dejará privados de vida y energía espirituales como lo estaban de rocío y lluvia los collados de Gilboa.
Cuando un predicador cree que no puede apartarse de un discurso fijo, el efecto es poco mejor que el producido por la lectura de un sermón. Los discursos formales y sin vida tienen en sí muy poco del poder vivificador del Espíritu Santo; y el hábito de predicar tales sermones destruirá con eficacia la utilidad y capacidad del predicador.
Dios quiere que sus obreros dependan enteramente de él. Deben escuchar para oír lo que el Señor dice, y preguntar: ¿Cuál es tu palabra para la gente?
Sus corazones deben estar abiertos, para que Dios pueda impresionar sus mentes, y entonces podrán dar a la gente la verdad emanada del cielo. El Espíritu Santo les dará ideas adaptadas para suplir las necesidades de los concurrentes.” Obreros Evangélicos, pág. 174.
4. ¿CÓMO GANO Y MANTENGO LA ATENCIÓN DE MIS
OYENTES?
Cada predicador debería también aquí dirigir su mirada hacia Jesús, el mayor Predicador de todos los tiempos. En Mateo 7:28, 29 se dice: “Y acaeció que cuando Jesús dio fin a estos razonamientos, se pasmaban las turbas de su enseñanza porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.” Se dice que: “… se pasmaban las turbas de su enseñanza.” Estaban conmovidos al escuchar un mensaje que nunca habían oído y por eso pudieron decir: “Él predica poderosamente y no como los escribas.”
Jesús no era ningún charlatán de plaza, era un Embajador de Dios. Sus palabras eran de origen celestial y se introducían en los corazones de las personas y los conmovían, abrían los ojos, tenían un sonido melodioso y traían esperanza a sus almas.
La palabra “con poder” no quiere decir nada más que la expresión de la fuerza que se encontraba en sus palabras. No era una predicación árida, y tampoco eran especulaciones filosóficas que no podían ejercer ningún poder ni ser de provecho duradero para los corazones de las personas.
Es y era la palabra de vida, la palabra de gracia, la palabra de esperanza y consuelo, la palabra del juicio para los no arrepentidos y para los impíos. Sólo tales predicaciones que tiene su origen en Dios y en su santa palabra pueden llegar a las personas y conmover los corazones.
Como siervos del Evangelio no sólo deberíamos pedir a Dios que nos ayude a través de su Espíritu Santo a ganar la atención de los oyentes, sino también a preservar la aten150 ción, pues de lo contrario toda predicación es perecedera. Necesitamos la atención más seria, sincera, vigilante y perseverante de toda la iglesia.
Cuando los jóvenes, los miembros de la iglesia o las visitas dejan vagar sus pensamientos, entonces no asimilan la verdad y nuestra predicación ha sido sin sentido.
El predicador no debe hacer dormir a las personas, sino que debe despertarlas del sueño espiritual, de modo que comprendan la voz de Dios y dirijan su vida según su santo Evangelio.
Las personas tienen que estar vigilantes, deben entender lo que decimos y recibir una profunda impresión de ello, de otro modo es mejor dejarlas que duerman en su casa.
Hay predicadores a los que les da lo mismo si sus oyentes escuchan atentamente y siguen el hilo de la predicación o si se aburren y miran el reloj para ver si ya ha pasado el tiempo.
Spurgeon dice: “hay predicadores a quienes le importa poco que se les atienda o no, pues quedan satisfechos con haber predicado por medio hora, ya sea que sus oyentes hayan o no sacado algún provecho.
Cuando más pronto semejantes ministros duerman en el cementerio y prediquen con el epitafio de su monumento sepulcral, tanto mejor será.” C.H. Spurgeon, Discurso a mis Estudiantes, pág. 227.
Algunos predicadores predican a las ventanas superiores de la sala, otros, en cambio, se entierran en sus apuntes o en los libros que tienen ante sí. ¿Por qué no predican tales personas en una isla desierta para la edificación de las estrellas?
Una predicación no puede ser un soliloquio. Para un embajador de Dios tiene que ser importante ganar la atención de todos sus oyentes desde los mayores hasta los más jóvenes.
Tampoco debemos descuidar a los niños. ¿Quién es la causa de la falta de atención en la congregación? A mi juicio, en mayor parte son los predicadores y cuando los niños están intranquilos en una reunión, es a menudo el predicador culpable de ello.
Un predicador del evangelio que intenta ganar la atención de todos y desea preservarla, se preocupará, a través de ejercicios y contactos visuales, que todos lo sigan y para los pequeños introducirá una historia que éstos escucharán atentamente.
Es importante que el orador considere fundamental que todas sus palabras entren en los corazones y que incluso un ciego dirija el rostro hacia él.
Al predicar el Evangelio, es desagradable para el predicador ver que alguien mira el reloj, mueve la cabeza, suspira o mece la silla. Cuando sucede esto, pienso que no me encuentro a la altura de mi tarea y de algún modo tengo que despertar la atención del oyente. A Dios sea la alabanza y gloria porque muchas veces he debido quejarme de falta de atención, pero sucede que entonces busco en mí la culpa y pienso que no tengo razón para exigir atención cuando no sé promoverla y mantenerla.
Algunas iglesias son tan indiferentes que es difícil ganar su atención. Regañar no ayuda en nada y a menudo es otra persona que debería ser regañada, el predicador mismo. Ciertamente, es el deber de la iglesia estar atenta, pero es mucho más vuestro deber despertar la atención. Tenéis que poner anzuelo a los peces, de otro modo no pican, censurad al pescador, no a los peces.
El gran predicador Spurgeon informa acerca de una mujer que fue aconsejada por el cura que tomara polvo de tabaco para que pudiera permanecer despierta, pero él recibió de su parte la respuesta adecuada: “… si él pusiera un poquito más polvo de tabaco en su sermón, ella estaría bien despierta.” C. H. Spurgeon, Discursos a mis Estudiantes, pág. 228.
En nuestras predicaciones necesitamos pensamientos atrayentes, es decir pensamientos y palabras que conmuevan los corazones, entonces la iglesia también permanecerá atenta.

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